De The New York Post:

Por Richard Berman

Cuando Averil Morrison demandó a la Unión Internacional de Ingenieros Operativos Locales 14B por discriminación racial en 2012, ella confirmó lo que hemos sabido durante décadas: el sindicato de la construcción de la Ciudad de Nueva York no es un ejemplo de diversidad laboral.

Y cuando su demanda recibió una audiencia prejudicial este mes, la malas condiciones de los empleados minoritarios en toda la ciudad ganaron una renovada relevancia.

La organización Ingenieros Operativos Locales 14 “discriminó intencional y sistemáticamente en favor de los miembros blancos en la asignación de trabajo para ingenieros operativos”, de acuerdo con un resumen de la demanda. El sindicato al parecer “evita enlistar a miembros minoritarios mientras les da la bienvenida a trabajadores blancos que hayan sido referidos o patrocinados por miembros blancos existentes.” (En otras palabras: son los conocidos los que cuentan.)

De acuerdo con la demanda, el 91% de los miembros de IOL 14-B son blancos, mientras que sólo cerca de 100 miembros, de un total de 1.200, perteneces a minorías étnicas.

Esto puede parecer perturbador, pero de ninguna manera sorprendente. El historial de discriminación racial de los sindicatos de la construcción de la ciudad impulsó una investigación por parte de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de Nueva York durante la administración del ex-alcalde David Dinkins. In 1993, la comisión emitió un informe concluyente llamado “Construyendo barreras”, el cual demostró que la sustancialmente baja representación de los empleados de color indicaba una “profunda falla en la política social”.

Dos décadas más tarde, pareciera no haber habido grandes cambios al respecto. El presidente del Consejo de los Sectores de la Construcción de Gran Nueva York, Gary LaBarbera, declara que los convenios colectivos son “grandes ecualizadores” en lo que respecta a la igualdad de oportunidades laborales y los salarios para los trabajadores de todas las razas y orígenes étnicos.

Eso no es lo que las cifras revelan: en la Ciudad de Nueva York, las estadísticas de la Dirección de Censos indican que los trabajadores sindicados de color ganan en promedio $5,74 menos que sus compañeros blancos, lo que significa una diferencia del 20%. En empleos de tiempo completo, esta diferencia representa $11.500 por año.

¿Cómo se reconcilia la retórica del BCTC con los datos fehacientes de la Dirección de Censos? Es fácil: los sindicatos de la construcción aparentemente evitan que los trabajadores minoritarios obtengan los trabajos mejor pagos. El organismo IOL 14-B, por ejemplo, supuestamente les permite a sus miembros blancos referir nuevos miembros (que con frecuencia son también blancos) como jornaleros completos, mientras que a los nuevos miembros sin conexiones (por lo general, no blancos) se les exige aceptar trabajos de aprendices con menores salarios.

Esos nuevos jornaleros esencialmente saltean el trabajo como aprendices, incluso si “no cuentan con ninguna calificación más que la de haber sido recomendados por un miembro (blanco) existente”.

Esto nos trae a la mente el informe de Dinkins, el cual demostró que “los trabajadores blancos con frecuencia se convierten en miembros del sindicato tras trabajar en un sitio de construcción entre una y cuatro semanas, mientras que los trabajadores minoritarios deben trabajar en programas para aprendices durante al menos cuatro o cinco años”.

No sólo los empleados de color ganan menos por su trabajo (los jornaleros ganan hasta $35 por hora más que los aprendices), sino que con frecuencia se les obliga a jugar un juego de persecución de más de media década de duración.

En la actualidad, los sindicatos de la construcción pueden argumentar que han logrado avances, pero los 21 miembros del directorio ejecutivo de la BCTC, para citar al ex-directivo de la SEIU, Andy Stern, aún son machistas, pálidos y rancios. Una campaña actual del Centro de Datos Sindicales, la cual se exhibe en una cartelera en Times Square y en un aviso publicitario de una página en un periódico local, atrae la atención hacia esta injusticia.

También lo hace la rama estatal de la NAACP, la cual criticó al Consejo de la Sectores de la Construcción por “asegurar que la construcción sindicada está mejor racialmente integrada de lo que en realidad lo está”.

Al ser confrontado con estos datos, el Consejo de los Sectores de la Construcción ha hecho su mejor esfuerzo por tratar de cambiar de tema.

Y algunos de sus aleados en las medios de comunicación son cómplices. Cuando mi organización me pidió publicar un aviso en la ciudad y en el estado exponiendo los problemas de diversidad en los sindicatos de la construcción, el editor Tom Allen se negó a hacerlo, citando su portavoz que los sindicatos son sus clientes.

La ciudad y el estado luego continuaron con el favoritismo, ofreciéndole a LaBarbera un “espacio seguro” en la televisión para criticar nuestra campaña sin que se le hagan preguntas comprometedoras sobre las diferencias salariales basadas en distinciones raciales.

El parte más afectada de todas es en realidad la comunidad de minorías de la Ciudad de Nueva York, que aún sigue excluida de verdaderas oportunidades. Los sindicatos del sector han construido algunos de los más espectaculares rascacielos de la ciudad a lo largo de los años. Pero al parecer construye barreras raciales al mismo tiempo.

Richard Berman es el Director Ejecutivo del Centro de Datos Sindicales.

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